viernes, 20 de marzo de 2015

Desubicado

Siempre había pensado que algo dentro de su cabeza estaba mal. No importaba con quien estuviera, ya fueran amigos o extraños siempre sentía que se encontraba fuera de lugar. Luchaba contra ello, quería sentirse normal y trataba con todas sus fuerzas de aferrarse a ese poco de cordura que aún le quedaba, pero cada día le resultaba más difícil. La oscuridad que anidaba dentro de su cerebro le iba consumiendo y una mañana, cuando se miró en el espejo del baño, el rostro que vio ya no era el de alguien conocido. Ese día gritó, chilló durante horas desgarrándose el alma en el esfuerzo. Las lágrimas que arrollaron por sus mejillas eran como ríos de lava que quemaban su cara, esa cara que ya nunca más reconocería en un reflejo. El llanto se llevó consigo la humanidad que nunca creyó poseer y sólo entonces, cuando estaba sumido por completo en el abismo de la locura, se dio cuenta de que al fin había encontrado su sitio. Desde ese momento, la risa jamás se detuvo.

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