domingo, 16 de noviembre de 2014

Tempus fugit


Yo tenía un casete, repetía una y otra vez como una vieja letanía, y sus ojos infinitos, ausentes, se humedecían.
Desde aquel butacón raído, sin estorbar, casi sin estar, pasaba los días tratando de recordar aquella voz grabada.
A veces, parecía que a su rostro asomaba un leve brillo de pasados, un atisbo de lo que aquel hombre fue, lejos, muy lejos  de aquel butacón.
Otras sin embargo se le erizaba el vello y su piel  se estremecía en una caricia  invisible, meciendo su cuerpo ajado, avivando su apagado corazón.
Yo tenía una casete, dijo aquella última vez, y las lágrimas caminaron lentamente las grietas de su tiempo que acababa.

La amo como solo se ama una vez me dijeron y me entregaron aquella vieja cinta, no habría funeral, nadie leería unas palabras, solo aquella voz que recitaba para él...«por fin...me necesites»




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